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Yamandú Orsi viene de estar dos décadas al frente de la Intendencia de Canelones, o sea, dos veces secretario general y dos veces intendente de el segundo departamento del país. Hay que entender Canelones pues no solo es grande, sino que tiene todas las producciones.

Recordemos el avance tremendo de la Costa de Oro con todo lo que ello implica para el turismo, con el auge de la construcción que tocó a ese departamento. A eso le agregamos lo hortícola, lo vitivinícola, lo ganadero, lo industrial, lo cultural. Canelones es un Uruguay chiquito y además la cercanía con la capital y el puerto le da increíbles ventajas frente al resto del país.

Ser intendente de Canelones implica estar al lado del Parlamento todo el día, del presidente de la República, del PIT CNT, de las cámaras empresariales, del transporte, de las embajadas. Es como ser Montevideo sin estar en Montevideo a lo que se agrega que tiene más de medio millón de personas pero sobre una base productiva increíble.

A eso hay que sumarle las condiciones impecables de ubicación del propio Yamandú. Un hombre que que sabe perfectametne sus virtudes, sus defectos y sus límites. Por ejemplo, hay que recordar, que fue víctima de una acusación ordinaria e infundada de un travesti, y el profesor nunca reaccionó, y es algo que afectaba la moral y podría también complicar la vida familiar, y hay que decir que soportó estoico todas estas barbaridades.

A su vez nunca levantó la voz, casi ni contradijo. Con su discurso de manual siempre trabajó en silencio, calladito, dejando que al choque fueran los otros, aprovechnado su conocimiento del terreno pero no pisando nunca en falso. Yamandú nunca arriesga, por lo tanto nunca pierde.

Después está todo lo que hace al relacionamiento personal y Yamandú logró transmitir esa imagen de vecino amable, de gente de bien, de cliente de almacén que charla de la vida y de la familia, de hombre común, de profesor que ayuda, de tipo familiero, de canario macanudo, que lo es. No se trata de estigmatizar a nadie, Orsi es así, pero también logró vender esa imagen y la gente la compró. Al punto que ganó dos veces en Canelones, luego tomó a Daniel Martínez en el ballotage y casi lo hace ganar cuando asumió el comando en aquel 2019, después ganó fácil la interna del FA, después sumó todo lo que pudo y metió 16 senadores en la Cámara, que ahora serán 17 por la vicepresidenta, junto a su presidencia. Ha sido una carrera hacia arriba de un hombre negociador, que supo lograr consensos pero también captar dirigentes blancos a fuerza de cargos en la Intendencia de Canelones, hay que decirlo, como se usa negociar en la política uruguaya. De esas Yamandú las sabe todas.

Dos apuntes finales, por ejemplo el enfrentamiento con el periodista Nacho Álvarez, con quien no se quiso entrevistar diciendo que "me insultaste varias veces", y la verdad tenía todo el derecho y más ante la arremetida del mediático conductor que después le dijo de todo. De eso también sacó jugo el ahora presidente electo pues apareció como víctima de un comunicador y su ira. Fijémonos que de todo saca rédito Yamandú, de la falsa acusación del travesti, del episodio con Ávarez, es un artesano del armado de su imagen, nunca una mala respuesta, nunca una forma de despreciar a nadie lo que le daba margen para ocuparse de otras cosas.

Finalmente el tema Venezuela, irritante para todos, salvo para el Turco Abdala que saludaba al innombrable de Maduro. Pero cuando las papas quemaba Orsi supo hablar de la "dictadura de Venezuela", y terminó de conquistar a la clase media.

Yamandú terminó siendo un orfebre de su imagen, muy consciente de sus limitaciones, sabiendo qué podía y qué no podía hacer.

Así le fue.

 

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