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La frustración es la familia más suave del resentimiento. La violencia, la más trágica. Muchos hablan de una predisposición de ciertos seres humanos al resentimiento. Otros encuadran esa emoción en el contexto socioeconómico-cultural del sujeto que aspira a salir del pozo y no lo consigue. No porque sea incapaz, sino porque no su situación no se lo permiten. Hay toneladas de bibliografía sobre el resentimiento de clase. Pero hay también quienes consideran que hay una construcción individual y no social de quienes no aceptan perder, si hacerlo implica sentirse menos que los demás. Y en eso no hay clase que valga. Es un fenómeno transversal.

Al presente, se profundizo la grieta que viene de cierto tiempo atrás, lo que se acentuó con el resentimiento social. Algo que alguien que leímos, definió como lo dificil de encontrar “la esperanza en una era de resentimiento”. 

Porque lo optimista que era la gente hace más de dos décadas, cambió por amargura y resentimiento y no “solo la clase trabajadora, se siente traicionada por las elites”, sino que “lo más sorprendente es que hoy por hoy los más furiosos y resentidos (…) son los poderosos, que no se sienten admirados”. Algo que puso fin  a la confianza en la clase dirigente: “ya nadie confía en que quienes manejan las cosas sepan lo que están haciendo, tampoco que lo hagan con honestidad”.

Algo que llevó a que alguien definiera: “La envidia no es aspirar al auto de su vecino, sino que el vecino se quede sin su coche”. La envidia es básicamente el deseo de algo que no se posee. El resentimiento se ubica un peldaño más arriba de la envidia en la escalera de las emociones, se ubica junto con el rencor, la animadversión y el odio.

Crisis financieras globales, democracias débiles, legisladores que no legislan, justicias al servicio de los poderes políticos de turno y autoritarismos disfrazados de democracia han contribuido, a generar ese sentimiento que, en nuestro país, se comenzo a cocinar hace ya algun tiempo. 

Las diferencias políticas – ideológicas, esas que estan muy claro ahora, partieron el país en dos, son  parte de la actual “grieta”.

Hay política de resentimiento, pero también resentimiento de la política. Es lo que ha hecho colapsar la confianza en la clase dirigente. Es notoria la desconfianza en quienes manejan las cosas. Porque ya nadie da por sentado de que actúen con honestidad. El daño por reparar es enorme  e importa hallar una salida

Porque mediante relatos interesados y supuestas verdades reveladas, la política generó rencor social. Alentado por promesas incumplidas y demandas insatisfechas, especialmente a los ciudadanos de a pie. 

Pero cuidado, esta polarización poco tiene que ver con la verdadera política, de la que nadie duda, por educación y  conciencia cívica. 

Porque si bien el resentimiento alcanza para llevar a alguien al poder, a la larga no alcanza para que lo conserve,  ya que la gente se dará cuenta de que la mayoría de los políticos que apuntan contra las élites en realidad son una élite a todos los efectos prácticos y empezará a hacerlos responsables de sus fracasos y promesas incumplidas. Llegado ese punto, la gente tal vez quiera escuchar a quienes no le discuten desde una posición de autoridad ni le hacen falsas promesas, sino que le hablan con la verdad. Que siempre es lo mas honesto que se puede desear y exigir. Ojala se entiende de una vez por todas.

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