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Venimos analizando políticas que se podrían implementar para paliar el déficit de nacimientos, un problema que se viene agudizando en el Uruguay con un marcado descenso por ejemplo desde el año 2015 a la fecha. Cada vez nacen menos niños y eso está llegando a jardines, escuelas, centros Caif.

En términos generales, pueden recomendarse un tipo de medidas sobre otras. Considerando que la mayoría de las intervenciones traerán consigo algún costo, cabe observar cuáles han mostrado mayor eficiencia allí donde han sido implementadas. Concretamente: las medidas de apoyo financiero, tales como el “cheque bebé” español, no parecen ser del todo significativas en términos de política familiar y de fecundidad (tampoco en términos redistributivos si son de aplicación universal e independiente de los ingresos de cada hogar). En contraste, la creación de una matriz de protección que incluya medidas de licencias, condiciones laborales y cuidados infantiles, sí parece ser el camino más adecuado para el objetivo de mejorar la satisfacción con la fecundidad y las condiciones de crianza de las futuras generaciones. Si bien se trata de una construcción más larga, problemática y compleja, puede asumirse que es un camino probablemente más eficiente para lograr un “ambiente favorable” a una fecundidad y crianza satisfactorias, dentro del marco de conciliación y corresponsabilidad.

Uno de los motivos para preferir un entramado de cuidados y licencias en el marco de la corresponsabilidad por encima de las transferencias económicas, es evitar un posible efecto no deseado: el incentivo a las madres a permanecer en los hogares. Dado que asumimos la política familiar como una serie de medidas dentro de las cuales debe estar presente la dimensión de género, una forma de lograr una mayor equidad es no generar incentivos para la retirada de las mujeres del mercado de trabajo.

Entre las medidas que no requieren financiamiento, puede contarse una de sencilla implementación: la facilitación de una licencia temporal o reducción horaria no remunerada durante un tiempo determinado (por ejemplo, el recorte de la jornada completa a media jornada de trabajo) para aquellas madres o padres que elijan dedicar tiempo a la crianza de sus hijos. Si bien se trata de una reducción en los ingresos y por tanto puede traer consigo cierta inequidad, pues algunos hogares no podrán permitirse este descenso, puede mejorar la capacidad de algunos padres de brindar cuidados de calidad a sus hijos. En términos legales, la prevención fundamental es garantizar que no existan sanciones por parte de los empleadores: básicamente, que la carrera laboral de quien elija tomar estas licencias no se vea perjudicada. Para que la medida funcione, a su regreso al empleo (o a la jornada completa) el o la trabajador(a) debiera tener garantizado el mismo puesto y condiciones laborales de las que gozaba anteriormente, así como los incentivos (por ejemplo, en términos de presentismo).

La existencia de un anteproyecto que actualiza las medidas relativas a licencias por maternidad, por paternidad y parentales es una oportunidad a aprovechar, para no comenzar de cero en la implementación de medidas. De convertirse en ley tal como está planteado actualmente, el anteproyecto trae consigo pasos adelante, como la equiparación de trabajadores públicos y privados en una variedad de medidas relativas a licencias por maternidad y paternidad (un camino por el que se debiera seguir avanzando, por ejemplo hacia la universalización de las licencias parentales por enfermedad de los hijos).

Sin embargo, en otras dimensiones es posible que se esté perdiendo una oportunidad histórica si no se agregan medidas que atiendan a la equidad de género desde la corresponsabilidad. Por ejemplo, sería importante que no existiera una diferencia tan grande entre la cantidad de días de licencia por maternidad y la cantidad de días de licencia por paternidad. Estos últimos (aquellos días que “se pierden” si no son usados por el varón) podrían ampliarse, generando un período más largo exclusivo para el padre y no superpuesto con el de la madre. De esta manera se comprometería más a los padres en la crianza de sus hijos, fomentando la equidad de género en el tiempo ocupado en los cuidados infantiles. Por cierto, deben atenderse las posibles injusticias o efectos no deseados de la medida: en el caso que no haya padre a cargo, no cabe restar días a la licencia por maternidad. Pero allí donde existan dos padres, es aconsejable pensar en una redistribución de las licencias por maternidad / paternidad, otorgando un mayor porcentaje de días a esta última, aunque resultara en detrimento de la primera. Garantizando, por cierto, las condiciones para no perjudicar la lactancia materna.

 

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