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Daniel es un salteño típico. Creció en nuestra ciudad. Un día descubrió su vocación. Nos contó su historia de vida.

El colegio

Mi padre fue ex alumno salesiano y pupilo tres años en el Colegio Salesiano de Paysandú. Es una historia que habría que rescatar, porque varios salteños- entre ellos Carlucho Silva, Iriñiz y Volpi, por citar algunos- hicieron en esa ciudad el ciclo básico como pupilos.
Allí comienza la historia. Nosotros, los tres varones, Antonio, el mayor, yo y el más chico, Amalio, tuvimos la suerte de estudiar con los salesianos. Vivíamos en la Colonia Osimani cuando entré a los 4 años al Colegio donde estuve hasta los 16.

El Padre Victorio

Recuerdo al Padre Victorio, y a los sacerdotes Chemello, Donatto, Penna- que fue un misionero- Giarmorini y a los maestros Lola y Savio, y la maestra Lombardo. Todos ellos emblemáticos, que nos marcaron positivamente. Fue una etapa preciosa.Yo me quebré teniendo 8 años y para subir las escaleras me ayudaban a mí- que era hijo de un chacrero- de un lado Enrique Peirano, hijo del arquitecto, y del otro lado el negro Tea de Paso del Bote. Así de integrador era el Colegio en esa etapa que yo viví con tanta alegría. Con el padre Victorio participamos en el baby futbol ya que integrábamos la liga del baby, o sea, salimos del Colegio a un campo social distinto, compitiendo con otros clubes y jugando en la cancha de Peñarol.

 Domingos de misa rigurosa

Las otras salidas que recuerdo son los paseos y los campamentos en la estancia de Tellería y las idas a la chacra de García Frosio, en la zona donde yo vivía, ya que con mi familia íbamos a pasar el fin de semana al Martín José y al Parque Ayuí en una zorra con unas pizzas y unas pastas floras. Nosotros los domingos veníamos de la chacra rigurosamente a la misa de la Parroquia del Carmen y luego a la casa de los abuelos, Wenceslao Silva y Doña Lala. Había una tradición cristiana pero en mi casa nunca se rezó aunque Dios siempre estaba presente. Eso, luego, en el Colegio, se fortaleció con la espiritualidad.

Exploración de los caminos vocacionales...

Pero de niño no fui de los que ayudaban frecuentemente la misa al padre Victorio, tanto es así que cuando le dijeron que iba a ser sacerdote, él dijo que pensaba que Antonio podría ser, pero yo no. Tenía 16 años cuando el padre Jorge Martínez, que era el director del Colegio- y logró darle un gran despliegue al festival de las naciones- vio algo en mí, que nunca le pregunté qué era, y nos invitó a un encuentro en Montevideo para explorar los caminos vocacionales.

Vida normal, jugué al futbol, tuve novia...

Fui a ese encuentro del que tengo recuerdos muy lindos. También visitamos la Casa Salesiana en Minas donde pasamos un fin de semana precioso. Incluso viajamos con un primo mío, Gustavo Latorre, que ahora vive en España. Al regreso me dije “esto no es para mí”. Yo estaba en la etapa adolescente y no prendió el llamado en ese momento. Seguí la vida normal de un joven, jugué al futbol, tuve novia, en fin…

De padrino a catequista de confirmación

Luego viajé a Montevideo a estudiar Administración de Empresas, y estando en Talleres Don Bosco, ya con 23 años, a partir de una invitación que me hace un amigo- Joselo David de Lima- para ser su padrino de confirmación, se despierta la inquietud que me lleva años después al sacerdocio. Inicialmente le dije que no podía ser su padrino, porque a pesar de ser cristiano y creer en Dios, no me sentía preparado para el padrinazgo. Pasaron 15 días y volvió a insistir con su invitación. Él era alumno de Talleres y yo estaba en la Facultad. Volví a decirle que no y le sugerí que buscara algún otro padrino en los Talleres.

Parroquia de Padre Somma en Montevideo

Yo iba a misa de vez en cuando, pero sentía que no estaba en el mundo como para ser padrino de confirmación. Vivíamos juntos en un apartamento en la calle Durazno cerca de la Casa de Salto. Insistió por tercera vez diciéndome que había un grupo para preparar a los padrinos por lo que ya no tenía más escapatoria y tuve que decirle que sí. Así que fui a las reuniones de ese grupo en Talleres para ser padrino y a partir de allí empiezo a frecuentar la parroquia del padre José Somma. Era un Cura que hacía sus valiosos aportes en el mundo de la comunicación y escribía en el diario La República unos artículos extraordinarios que estoy tratando de rescatarlos. Lo cierto es que empiezo siendo padrino y termino siendo catequista de confirmación.
(Continuará)

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