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Traigo a Jesús

Cuento una anécdota que tiene que ver con lo que estaba recordando. Yo visito periódicamente un Hogar. El otro día celebré la misa y luego recorrí los lugares donde están las personas que- por su estado- no puedes desplazarse para estar presentes en la misa. Por lo general, voy hasta sus camas a llevarles la comunión. Y en algún caso que no puedan comulgar, les llevo el agua bendita. Pero llegué a una cama donde había un hombre que yo conozco, que siempre va a la misa y le pregunté por qué no había asistido hoy. Me contó que se sentía muy mal. Yo le dije “Te traje a Jesús. ¿Qué le querés decir ahora que te lo traje?” Él, desde su cama, y con mucha lucidez me dijo “Fue lo más grande que me pasó en la vida”.

Esas manifestaciones son las que calan muy hondo y me llegan al alma, al igual que lo que me dijo mi madre en su momento.
Este hombre me dijo a mí lo que yo debería decir como sacerdote. Así empecé la semana santa, con este regalo del hombre que visité en el Hogar, cuya directora quedó sorprendida con lo que escuchó. Como me dijo un día un libanés (Fari Busabel) que era compañero mío de Seminario “Daniel: cuando vos celebres la primera misa, vas a temblar al tener a Jesús tan cerca de ti. Pero con el correr del tiempo, el que va a temblar va a ser Jesús”. Y a mí me hizo mucho bien escuchar eso.

La hora final

Hace pocos días en Paysandú me tocó vivir situaciones muy delicadas al acompañar a un tetrapléjico en sus últimas horas.
Le pregunté si él rezaba en algún momento y me contestó que a diario le agradecía a Dios por un día más de vida. Lo hacía él, que estaba postrado en una cama. Entonces, pienso que yo, al estar con salud, con muchísima más razón debería haber agradecido a Dios por el día que hoy me regaló, y no sé si lo hice.

También acompañé a una familia que había perdido a uno de sus mellizos. Me llamaron para que los fuera a acompañar y rezar juntos en Paysandú. Al llegar, me confundí en un abrazo con ellos dos, que estaban con lágrimas en sus ojos por la pérdida de un niño de tres años.
La madre me dijo “Daniel, yo quiero rezar de esta manera y agradecer los tres años de vida de nuestro hijo por el amor que recibimos de él y el amor que nosotros le pudimos dar.” Mi familia también sufrió pérdidas muy dolorosas como la de una sobrina de 18 años que perdió la vida en un accidente de tránsito. En esas circunstancias tan difíciles es donde se pone a prueba la fe. Le pasó a Jesucristo cuando dijo “Padre ¿por qué me abandonas? Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.” Yo creo que Dios me concedió la gracia de estar acompañando a familias en momentos tan difíciles en los que hay amor. En esas circunstancias, uno sale- como sucede en la pascua de Jesús- lleno de amor y de vida y no solo de muerte.

La cárcel

Mis experiencias con los presos fueron en Montevideo y en Paysandú. Visitaba chiquilines en el COMCAR- donde la mayoría eran jóvenes y pobres- a los que trataba de decirles que a alguien le interesaba sus vidas, como Don Bosco, y saca a los muchachos a dar un paseo y trata que sepan que hay alguien afuera que los espera. Pero lo más importante era hacerles entender que tenían una oportunidad de poder salir adelante, más allá de llevarles alguna estampita, o medallita o un rosario, que los gurises se lo colocaban en el cuello. Nosotros queríamos decirles a los privados de libertad, que a la Iglesia, especialmente a los salesianos, nos interesaban y que anhelábamos que salieran adelante en la vida.

Mi madre

Alejarme de Paysandú, fue duro, porque además apareció el covid y estuve 15 días encerrado. La verdad es que extrañé, porque estaba cumpliendo actividades hermosas en aquella ciudad, pero también quería acompañar a mi madre en Salto, la que al poco tiempo falleció.
Si bien es cierto que creemos que estamos preparados para despedir a un ser querido, en realidad, yo no quería que ella muriera sola, y le había pedido a Dios que quería estar presente en el momento de su partida, y él me lo regaló.

Los días por venir

En Salto, comencé a recorrer las 21 comunidades que tenemos, como Barrio Artigas, Don Atilio, Nueva Hespérides, Bella Vista, Paso del Parque, Barrio Uruguay, Saladero, entre otras, y al llegar a la capilla de Barrio Burton, me encontré con una foto del padre Verme. Encontré en el Barrio Uruguay una foto del padre Victrio y otra del padre Irureta y en otras capillas me encontré con retratos de distintos sacerdotes.

Eso me hizo pensar que yo debía aportar mi granito de arena en Salto- como lo hicieron estos queridos hermanos- en lo espiritual como cura, ya sea en un bautismo o un velorio o una merienda, como la que servimos los sábados en el Barrio Don Atilio en lo que resultó una preciosa experiencia.

Quiero seguir los pasos de estos grandes sacerdotes que hicieron tanto por la comunidad. A mi me gusta andar mucho en la calle, saludar a la gente, como a Danielito, que está en la esquina del Red Pagos, o el de Seguridad, o a Marta, que está vendiendo quiniela, o la señora que cuida coches, en fin, a la gente del barrio. Y es por ese camino que quiero andar.

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