Mi querida esquinita del mundo, barrio Artigas de Salto
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Por Pedro Rodríguez
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pedrorgz@vera.com.uy
Hablar del lugar donde nacimos siempre evoca recuerdos que permanecen en nuestra mente, momentos únicos e irrepetibles que nos acompañan a lo largo de la vida. En mi caso, esos recuerdos están llenos de vivencias de un niño que disfrutaba de la simple emoción de esperar el camión de subsistencia una vez por semana.
Recuerdo con nostalgia las mañanas en las que esperaba al panadero, quien llegaba con sus deliciosos bollos recién horneados. También estaba el lechero, que aparecía temprano, y los vecinos solían contar cómo la marca de sus tarros quedaba grabada en la canilla de la esquina, la parada preferida de Don Cambrilla. Era una época en la que cada sonido y cada olor contaban una historia, y la vida transcurría con una calma que hoy parece lejana.
Tropas rumbo al Matadero...
Las tropas de vacas eran otro espectáculo cotidiano; el grito de los troperos resonaba mientras llevaban el ganado por los campos del abasto. Este ganado era posteriormente trasladado al matadero municipal, ubicado a la entrada del barrio Artigas.
"La Casa del Tío Santo"
El barrio también tenía su propio teléfono, un símbolo de conexión: "Casa el Tío Santo", como lo había bautizado Don Felipe a su comercio en homenaje a su tío, Santos Rinaldi, quien tiene una calle con su nombre en el barrio. No puedo olvidar al ruso Anastassov, dueño del almacén de ramos generales, quien empaquetaba con esmero en papel de estraza, atando cada paquete con dos moños en las puntas, ya fueran fideos, azúcar o yerba.
El Dr. Belzarena atendía a todos
La policlínica era otro punto clave; los sábados, el doctor Belzarena llegaba muy temprano y se iba pasadas las doce del mediodía, atendiendo hasta el último paciente. Su túnica blanca impecable era un símbolo de confianza y dedicación, acompañado siempre por Morita, el bebe de Mora el enfermero.
EL barrio cambio en estos años
Estos recuerdos son parte de un barrio que ha cambiado significativamente en las últimas décadas. El acierto en transformar el tramo del Obelisco hasta la rotonda de Caminera, de Ruta 31 Coronel Gorgonio Aguiar a Avenida Manuel Oribe marcó el inicio del desarrollo en esta zona con más de 120 años de historia. Este cambio no solo alteró el paisaje, sino que también elevó el valor de los inmuebles y jerarquizó toda la zona. Con la llegada del liceo y nuevas escuelas, progresivamente se han ido incorporando servicios esenciales. La tecnología ha hecho su aparición, trayendo consigo un nuevo aire al barrio.
Cada ladrillo en la construcción de la identidad
Cada uno de estos recuerdos es un ladrillo en la construcción de mi identidad y un testimonio del paso del tiempo. A medida que el barrio evoluciona, es fundamental recordar sus raíces y valorar las historias que nos han formado. Los cambios son inevitables, pero los recuerdos son eternos y siempre nos conectan con quienes fuimos y con el lugar al que pertenecemos.
Continuará...
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