
"No voy a dejar de correr" /
Testimonio de una corredora agredida en plena vía pública
Días pasados, Paula Ferreira salió a correr como lo hacía habitualmente. Sin embargo, esa rutina se vio abruptamente interrumpida por un acto de violencia inesperado, un motociclista la interceptó, se acercó y la golpeó sin mediar palabra. “Fue mi primera vez física, sí”, relató aún dolida. “Salí a hacer un entrenamiento a la vida pública, a correr, y de un momento para otro apareció un chico en moto... me golpeó fuerte, me dejó toda marcada”.
El testimonio de Paula, compartido con La Prensa, no solo pone en evidencia un caso puntual de acoso callejero con violencia, sino que refleja una problemática mucho más amplia, el hostigamiento constante que muchas mujeres enfrentan cuando deciden practicar deportes al aire libre.
Del acoso verbal a la agresión física
Paula no es ajena al acoso callejero. Como muchas mujeres, ha experimentado situaciones incómodas mientras camina o corre. “Por lo general, cuando salgo a hacer un entrenamiento o alguna caminata en la calle, más que un acoso verbal, no fue”, señaló. Sin embargo, este último episodio marcó un antes y un después. La violencia física convirtió una práctica deportiva habitual en una experiencia traumática. El agresor, según relató, primero la sobrepasó en la moto, luego regresó y se acercó. “Me golpeó con fuerza”, dijo. El ataque no fue solo un susto, sino una agresión que dejó huellas físicas y emocionales.
Precauciones, pero sin renuncias
A pesar del miedo, Paula no está dispuesta a dejar de correr. “No he considerado dejar de salir a correr. Sí, de tener otro tipo de precauciones, como salir acompañada o que sea un lugar iluminado”, explicó. Su determinación destaca frente a un contexto en el que muchas mujeres deben cambiar sus hábitos por miedo a ser acosadas o agredidas. “No salgo más sola por ahora”, dijo. “La próxima voy a tener un poco más de precaución, elegir mejor el lugar, el horario... pero dejar de correr, no”.
Un mensaje a otras mujeres, cuidarse, sin rendirse
Cuando se le pregunta qué mensaje quisiera transmitir a otras mujeres que practican deporte al aire libre, Paula es clara: “Que se cuiden. Estamos lejos de que esto deje de pasar, así que por mientras hay que tener precauciones”. Sus palabras, aunque simples, resumen una realidad compleja. El espacio público, que debería ser de todos, sigue siendo un lugar hostil para muchas mujeres. La decisión de Paula de no rendirse y seguir corriendo, aunque con más precauciones, es un acto de valentía. También es una invitación a visibilizar una problemática que, como tantas otras, necesita no solo denuncias, sino soluciones colectivas.
Correr no debería ser un acto de coraje
El testimonio de Paula Ferreira pone en primer plano la vulnerabilidad que muchas mujeres enfrentan cada día. La calle, que debería ser un espacio neutral, seguro y accesible para todos, se convierte muchas veces en escenario de violencia de género. Su historia no es única, pero merece ser contada. Porque correr no debería requerir coraje. Y porque hasta que eso sea una realidad, hacer visible el problema es el primer paso para cambiarlo.
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