En Roma, muchas de sus calles se distinguen por sus empedrados, conocidos como "sampietrini", que se caracterizan por ser bloques de piedra de basalto, negros, y por la forma en que se colocan, cubriendo el terreno de manera interconectada con pequeños espacios. En Nueva York, existen varias calles empedradas que conservan la esencia de la ciudad histórica. Entre ellas destaca Stone Street, ubicada en el distrito financiero de Manhattan, y Washington Mews en Greenwich Village, una calle privada con un encanto único.

En Buenos Aires, aproximadamente un 20% de las calles (4.500 cuadras) aún conservan adoquines, especialmente en barrios como Flores, Floresta, Villa Urquiza, Palermo Viejo, Villa Devoto y Barracas. Estos adoquines son un remanso del pasado, cuando el empedrado era común.

En Salto, muchas veces escuchamos quejas por el mal estado de las calles de empedrados y a menudo hay quienes manifiestan que deberían asfaltarse de una buena vez. Esa no es la solución.

Testigos silenciosos de la historia

En una época marcada por el asfalto, el concreto y la velocidad de los tiempos modernos, las calles empedradas se presentan como testigos silenciosos de nuestra historia. Son pocas las ciudades que aún conservan tramos originales de calzadas de piedra, y aún menos las que valoran su existencia como un elemento patrimonial digno de proteger. Salto es una de esas ciudades ya que, a principios del 200, a nuestra iniciativa, se aprobó un decreto declarándolos patrimonio histórico.

Respeto a la memoria colecctiva

La preservación de estas calles no es un simple capricho estético o nostálgico, sino un acto de respeto por la memoria colectiva, la identidad local y el patrimonio cultural que da forma a nuestra ciudad. Durante mucho tiempo, antes de la llegada del asfalto, eran la forma predominante de pavimentación. Caminar hoy por una calle empedrada es, de algún modo, pisar sobre décadas de historia, sentir la textura del pasado bajo los pies y conectar con las generaciones que transitaron por allí mucho antes que nosotros.

Evolución urbana

Estas calles representan un capítulo fundamental de la evolución urbana. Muchas de estas calles fueron testigos de acontecimientos históricos, del paso de carruajes, procesiones, mercados y fiestas populares. Su valor no es solo material, sino simbólico: son fragmentos vivos de un relato urbano que no debería borrarse por la comodidad o la indiferencia.

Planes de urbanismo

Se las acusa de ser incómodas para el tránsito moderno o de dificultar el paso de vehículos. Pero como hemos visto anteriormente, muchas ciudades del mundo han logrado integrarlas inteligentemente en sus planes de urbanismo, combinando funcionalidad y preservación. La clave está en reconocer que no todas las calles deben ser empedradas, pero sí debe conservarse una muestra representativa que permita a los ciudadanos y a las futuras generaciones entender cómo eran su ciudad en el pasado. Preservar y mantener debidamente unas pocas calles de empedrado no significa estancarse en el pasado, sino honrarlo, integrarlo como parte de la identidad de la ciudad.

Espacios culturales y turísticos

Estas calles podrían convertirse en espacios turísticos, educativos y culturales, donde se promueva la historia local, se celebren ferias, se realicen actividades al aire libre, y se mantenga vivo el sentido de comunidad.

Próximo gobierno

El próximo gobierno, a punto de asumir, debería tener en cuenta que las calles empedradas son mucho más que un pavimento antiguo: son parte del alma de la ciudad. Su preservación no responde únicamente a criterios históricos o arquitectónicos, sino también al deseo de mantener viva una memoria urbana que nos recuerda de dónde venimos.

Identidad local

Protegerlas es proteger la identidad local, es apostar por una ciudad que valora su pasado mientras avanza hacia el futuro. Por eso, conservar, aunque sea unas pocas calles de empedrados- como lo hacemos en Salto- no es una pérdida, sino una ganancia invaluable para todos.