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La discusión sobre el IVA Personalizado ha ganado protagonismo en la presente transición. Esta propuesta busca modificar el diseño del sistema tributario con el objetivo de aumentar la equidad en la recaudación fiscal. Sin embargo, plantea dudas significativas sobre su implementación, eficiencia y posibles consecuencias económicas y sociales.

El concepto de IVA-Personalizado parece alinearse con dos objetivos clave: generalizar el impuesto al valor agregado y focalizar el gasto tributario en quienes más lo necesitan. Según sus defensores, esta reforma permitiría que las clases de menores ingresos se beneficien al pagar menos impuestos por bienes y servicios esenciales, mientras que quienes perciben mayores ingresos asumirían una mayor carga fiscal. En teoría, esto podría reducir las desigualdades y mejorar la progresividad del sistema tributario.

Pese a su aparente lógica redistributiva, la implementación del IVA-Personalizado plantea varios desafíos. Para empezar, diseñar un sistema que asigne una tasa impositiva personalizada requeriría una infraestructura tecnológica robusta y una gran capacidad de fiscalización. Tal como lo mencionó el economista Javier de Haedo, la posibilidad de que "un Gran Hermano" monitoree los consumos individuales despierta inquietudes sobre privacidad y control estatal.

Además, el IVA Personalizado podría generar mayores costos administrativos y un sistema tributario más complejo, dificultando su comprensión y aceptación por parte de la población. La experiencia muestra que los sistemas fiscales simples tienden a ser más efectivos y menos propensos a la evasión.

El efecto redistributivo del IVA-Personalizado, beneficiando a sectores de menores ingresos, inevitablemente recaería en las clases medias y altas. Porque de alguna manera hay que financiar esta propuesta asistencialista. Lo que plantea el riesgo de limitar a un sector amplio de la sociedad, especialmente en un contexto de presión fiscal ya elevada. Aunque el sistema actual, con tasas diferenciadas según el tipo de consumo, no está exento de críticas, ha logrado cierta estabilidad que podría verse comprometida con un cambio tan profundo.

En este sentido, impuestos como el IRPF son ideales para garantizar equidad, mientras que el IVA debería centrarse en maximizar la recaudación sin distorsionar el mercado. La propuesta del IVA Personalizado apunta a contradecir esta lógica, al intentar combinar objetivos distributivos y recaudatorios en un solo instrumento.

Uruguay ya ha experimentado este asistencialismo, mediante beneficios a usuarios del MIDES como el subsidio específico con rebaja del 50%, en el precio del supergás. Sin embargo, la medida ha sido blanco de críticas por su impacto en la sostenibilidad fiscal y la transferencia de costos al resto de la población. La generalización de un IVA personalizado podría exacerbar estos problemas, especialmente si no se acompaña de una reforma integral del sistema tributario. Por lo tanto, el debate sobre el IVA Personalizado, pone de manifiesto las tensiones inherentes en cualquier reforma tributaria: equidad versus eficiencia, simplicidad versus complejidad, y distribución versus recaudación. 

Por lo tanto, instalar el IVA Personalizado, apunta a ser un experimento costoso y divisorio que, en lugar de resolver los problemas actuales, provocará otros nuevos. En este contexto, resulta crucial avanzar con cautela, priorizando el análisis técnico y el consenso político antes de introducir cambios tan significativos en el sistema tributario.

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