Hoy asume Trump ¿Aplicará su anunciado radicalismo?
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Por José Pedro Cardozo
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Hoy, Donald Trump asumirá nuevamente la presidencia de los Estados Unidos en un contexto que promete transformar no solo la política interna de su país, sino también el orden global. Su retorno al poder no representa una mera continuación de su mandato anterior, sino una evolución hacia una versión más radical y auténtica, moldeada por su tiempo fuera del poder y un mandato popular contundente. Esta etapa inaugura un período que muchos anticipan como turbulento y cargado de incertidumbre.
Cuatro factores principales alimentan esta percepción generalizada: Primero, llega un Trump empoderado y sin ataduras. Asume con un control significativo del aparato legislativo, respaldado por una mayoría en ambas cámaras del Congreso. Además, su independencia del Partido Republicano ha crecido notablemente. Este contexto le permite actuar con total autonomía, sin deber favores ni preocuparse por la reelección. En su entorno más cercano lo describen como impaciente por desplegar una agenda agresiva y demostrar su capacidad de imponer su voluntad sin restricciones.
A diferencia de su primer mandato, donde convivió con asesores técnicos que frecuentemente lo contradecían, Trump ha conformado un equipo compuesto por figuras leales que facilitarán la implementación de su visión. Este cambio garantiza una presidencia más centralizada y autoritaria. Ejemplos de medidas bloqueadas en su primer período, como la salida del acuerdo de libre comercio con México y Canadá, podrían materializarse esta vez.
El mundo de hoy es significativamente más complejo y conflictivo que hace ocho años. Con crisis activas en Ucrania, Gaza y Siria, y el ascenso de liderazgos autoritarios como Xi Jinping, Vladimir Putin y Recep Erdogan, muestran un sistema internacional dominado por políticas de fuerza. La desaparición de figuras moderadoras como Angela Merkel y el debilitamiento del multilateralismo han creado un entorno donde los "líderes carnívoros" prosperan. En este contexto, la estrategia de Trump para resolver conflictos se basa en atacar sin contemplaciones, buscando imponer sus condiciones desde una posición de poder.
Trump asume con dos prioridades definidas: la guerra comercial y la migración. En el ámbito económico, busca revertir el déficit comercial mediante un aumento inmediato de los aranceles, particularmente contra China. Esta medida podría exacerbar la inflación y fortalecer el dólar, con repercusiones negativas para los mercados emergentes. En cuanto a la migración, se esperan acciones drásticas como controles fronterizos más estrictos y deportaciones masivas, que tensarán las relaciones con México.
Algunos analistas consideran que las maniobras iniciales de Trump, son una estrategia de negociación: atacar para luego pactar desde una posición de ventaja. Otros, sin embargo, temen que su determinación esta vez no deje espacio para el compromiso, llevando a conflictos profundos con aliados y adversarios por igual.
Lo innegable, es que el regreso de Trump marca un punto de inflexión. Estados Unidos se adentra en un periodo de decisiones contundentes y de consecuencias impredecibles, donde la diplomacia tradicional podría quedar relegada frente a una visión de liderazgo basada en la fuerza y la unilateralidad. Esperemos y veremos como realmente se ha de manejar, pero entendiendo que para Trump EE.UU. esta primero que nada y que en base a ello actuará sin pensar en los demás, por lo que subirá aranceles que podrán complicar las exportaciones a ese país, tercer mercado consumidor de la carne uruguaya y de otras materias primas y servicios.
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