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En nuestro himno nacional resuena una expresión que encarna el espíritu de responsabilidad y compromiso que define a los uruguayos: “sabremos cumplir”. Esta frase no es solo un verso, sino una declaración de principios que convoca a todos, desde los ciudadanos de a pie hasta los más altos responsables del gobierno, a honrar con acciones el sentido profundo de la palabra dada.

Sin embargo, en los tiempos actuales, hemos sido testigos de cómo esta expresión ha sido utilizada con fines electorales, despojándola de su verdadero significado. Durante la última campaña política, “sabremos cumplir” fue transformado en un recurso publicitario, dirigido a captar votos más que a reforzar el compromiso con los valores que sustentan nuestra democracia. Esto genera una reflexión inevitable: ¿qué significa realmente cumplir y cómo estamos honrando ese mandato colectivo en la vida pública?

Cumplir, en su esencia, implica respetar la voluntad popular, expresada con claridad en las urnas y en los plebiscitos. Es entender que las decisiones del soberano, aunque no siempre sean del agrado de todos, son la base de nuestra convivencia democrática. La Constitución de la República establece de manera indiscutible que el veredicto ciudadano debe respetarse. Sin embargo, hemos sido testigos de cómo, en ciertos momentos de nuestra historia, esta premisa ha sido ignorada o reinterpretada para ajustarse a intereses particulares.

Un ejemplo doloroso de esta transgresión es el caso de la Ley de Caducidad Punitiva del Estado. Este instrumento legal fue respaldado en dos plebiscitos consecutivos por la ciudadanía, pero posteriormente fue objeto de cuestionamientos y acciones que terminaron desvirtuando su espíritu. Esto representa no solo una falta de respeto a la voluntad popular, sino también una erosión de la confianza en el sistema democrático y sus instituciones.

Hoy, nuevamente surgen señales preocupantes. Desde algunas figuras del gobierno electo, se ha planteado la posibilidad de revisar aspectos de la Ley de Urgente Consideración (LUC), que fue refrendada por el pueblo mediante un plebiscito. Esto plantea preguntas legítimas sobre hasta qué punto se respetará lo decidido por los ciudadanos. Es fácil citar las frases inspiradoras de nuestro prócer José Gervasio Artigas, como “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”. Sin embargo, no basta con enunciar estas palabras; es necesario convertirlas en acciones concretas que reflejen ese respeto inquebrantable por la soberanía popular.

Desde estas páginas, como diario que ha defendido históricamente la libertad de expresión y el respeto por la democracia, queremos ser claros. Nuestra postura ha sido siempre la de abrir un espacio plural, donde todas las ideologías tengan cabida, sin renunciar a nuestros principios. Recordamos con orgullo que, en tiempos oscuros, cuando la dictadura cívico-militar intentó silenciarnos, mantuvimos nuestra voz alta y clara, enfrentando incluso una clausura de 90 días. Esta resistencia no solo fue un acto de valor, sino una reafirmación del respeto por la palabra dada y el compromiso con nuestra misión.

Sin embargo, el contexto actual nos invita a reflexionar sobre el debilitamiento de los valores que alguna vez sustentaron nuestra sociedad. La codicia, las ambiciones personales y la búsqueda de conveniencia han socavado los principios de responsabilidad y respeto. Vivimos tiempos en los que el dinero, la comodidad y los intereses individuales parecen prevalecer sobre el bien común.

Ante esta realidad, hacemos un llamado a la clase política y a la ciudadanía a recuperar el verdadero significado de “sabremos cumplir”. Cumplir no es una consigna vacía; es un acto de respeto hacia los demás y hacia uno mismo, un compromiso que debe guiar todas nuestras decisiones.

Uruguay necesita liderazgos que comprendan que la confianza y el respeto se construyen honrando la voluntad popular y actuando con transparencia. Necesitamos, como sociedad, recuperar la confianza en que la palabra dada y un apretón de manos sean suficientes para sellar un compromiso. Solo así podremos avanzar hacia un futuro en el que los faros de la responsabilidad y el respeto iluminen los tiempos de niebla.

Que “sabremos cumplir” no sea un eslogan pasajero, sino un recordatorio constante de los valores que nos definen como nación.

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