El verdadero golpe de estado
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Por Leonardo Vinci
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Decía Pelegrini en el congreso argentino en 1906: Nosotros juramos ante Dios y la patria, con una mano puesta sobre los Evangelios; el militar, jura sobre el puño de su espada, sobre esa hoja que debe ser fiel, leal, brillante como un reflejo de su alma, sin mancha y sin tacha. Por eso, la palabra de un militar tiene algo de sagrado; y faltar a ella es algo más que un perjurio.
El militar tiene otros deberes y otros derechos, obedece a otras leyes, tiene otros jueces, viste de otra manera, hasta habla y camina en otra forma. Él está armado, tiene el privilegio de estar armado en medio de ciudadanos desarmados. ¡A él le confiamos nuestra bandera, a él le damos la llave de nuestras fortalezas, de nuestros arsenales!
¡Con una señal de su espada se mueven nuestros batallones, se abren nuestras fortalezas, baja y sube la bandera nacional, y toda esta autoridad y todo este privilegio se lo damos bajo una sola y única garantía, bajo la garantía de su honor y de su palabra!
Y bien, señor presidente, es éste el cartabón en el que tienen que medirse nuestros jóvenes militares para saber si tienen la talla moral necesaria para ceñir la espada, que es el legado más glorioso de aquellos hombres que nos dieron patria: para vestir ese uniforme lleno de dorados y galones, que sería un ridículo oropel si no fuera el símbolo de una tradición de glorias, de abnegación y de sacrificios que obligan como un sacerdocio al que lo lleva.
Sarmiento decía una vez, repitiendo palabras que San Martín pronunciara con relación a uno de los brillantes coroneles de la independencia: “El Ejército es un león que hay que tenerlo enjaulado para soltarlo el día de la batalla”.
Y esa jaula, señor presidente, es la disciplina. Y sus barrotes son las ordenanzas y los tribunales militares y sus fieles guardianes son el honor y el deber.
¡Ay de una nación que debilite esa jaula, que desarticule esos barrotes, que haga retirar esos guardianes! ¡Ese día se habrá convertido esta institución que es la garantía de las libertades del país y de la tranquilidad pública, en un verdadero peligro y en una amenaza nacional!
Tenía razón Pelegrini.
En nuestro país, el 9 de febrero de 1973 la jaula se debilitó y se desarticularon sus barrotes.
Ese día, el ejército y la fuerza aérea desconocieron a su Comandante Supremo- no aceptando subordinarse al Ministro de Defensa- y se alzaron contra el orden democrático. No estuvieron solos.
En ese febrero amargo-al decir de Vasconcellos- las autoridades coloradas y blancas estuvieron a favor de las instituciones republicanas. Sin embargo, la izquierda cargará por siempre la vergüenza de haber traicionado a la Democracia, ya que, aunque resulte difícil entenderlo, el líder del movimiento “peruanista” que llevaría adelante el golpe uruguayo sería Gregorio Álvarez, y en él creyeron casi todos los principales dirigentes frenteamplistas en aquellas circunstancias.
Esa es la verdad histórica.
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