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Una vez más, las celebraciones nos enfrentaron al desafío de reflexionar sobre el uso de la pirotecnia. Si bien esta tradición ha sido parte de nuestras festividades, sus efectos negativos nos obligan a reconsiderar su uso. Los estruendos de los fuegos artificiales afectan gravemente a personas con condiciones como el trastorno del espectro autista (TEA), hipersensibilidad auditiva, dislexia o déficit atencional, así como a bebés, adultos mayores y animales. El impacto en el sistema nervioso genera miedo, estrés, taquicardias y otras complicaciones evitables. Además, aunque los accidentes por pirotecnia han disminuido, aún queda mucho por hacer. Desde la medicina se destaca que hasta el 70% de quienes padecen alguna afección presentan sensibilidad al sonido. Evitar estos sufrimientos es una cuestión de empatía y responsabilidad. Más, cuando hoy en día contamos con tecnologías que reducen significativamente la contaminación sonora, permitiéndonos celebrar sin perjudicar a los demás. Por eso, nos permitimos hacer un llamado a la reflexión. Si priorizamos la empatía y el respeto, lograremos festejar de manera inclusiva, segura y sostenible. Cuidemos el ambiente, evitemos accidentes y fomentemos una convivencia armónica. Agradezco la publicación de estas líneas. Maria de Zona Este.

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