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Una postal ocasional pero bienvenida

Cada tanto, sin previo aviso ni regularidad, la venta callejera de pescado fresco proveniente del río Uruguay aparece en distintos barrios de nuestra ciudad. No se trata de un puesto fijo ni de una feria establecida, sino de una actividad itinerante que responde a las capturas del día y al ritmo del río. Esta modalidad, aunque esporádica, despierta el interés de vecinos que reconocen el valor de un producto natural, fresco y de cercanía.

Dorados y bogas: los protagonistas del río

Las especies más habituales que se ofrecen en estos puestos improvisados son el dorado y la boga. En esta ocasión, como se puede observar en la imagen captada hoy, los ejemplares son de tamaño mediano, colgados prolijamente de ganchos, exhibidos al aire libre, sobre un soporte de hierro en plena vereda. Aunque no alcanzan dimensiones excepcionales, su aspecto firme y brillante deja entrever la frescura del pescado, recién salido del agua.

Comercio informal, pero con tradición

Esta forma de comercialización es parte de una tradición que se mantiene viva en la región, especialmente en zonas ribereñas. Si bien se ubica en un limbo legal —no siempre está regulada ni cuenta con controles sanitarios visibles— muchos vecinos valoran esta oportunidad de acceder a pescado fresco sin intermediarios ni largos viajes desde el punto de origen al mostrador. En una época donde los alimentos ultraprocesados dominan las góndolas, la venta directa del productor al consumidor cobra un nuevo sentido.

Un guiño al paladar y a la economía local

Quienes compran en estos puestos destacan no solo el sabor del pescado de río, sino también su precio accesible, comparado con el que se encuentra en pescaderías o supermercados. Además, se trata de una forma de apoyar la economía de pescadores artesanales, quienes enfrentan dificultades crecientes por regulaciones, variaciones climáticas y competencia desleal.

Un fenómeno que podría crecer

Si bien hoy esta venta se percibe como algo ocasional, el creciente interés del público y la valorización de lo local podrían abrir la puerta a una mayor formalización de este tipo de comercio. Con los controles adecuados y el apoyo municipal, no sería descabellado imaginar una feria estable de pescado fresco de río en nuestra ciudad. Por ahora, la aparición sorpresiva de estos puestos genera sorpresa, conversación y un toque de sabor auténtico en la rutina urbana.

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