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El 7 de marzo del año 2023 escribimos la columna bajo el título: “Rosario siempre estuvo cerca”, tema de la canción de Fito Páez dedicada al Negro Olmedo. El título de la canción lo utilizamos para describir un panorama muy entristecedor que atravesaba la ciudad argentina, azotada por los narcos.

Decía en aquella columna que había asistido a un posgrado en el año 2013 y expresaba lo siguiente: “En aquellos años ya se hablaba de que en Rosario estaban operando los narcos, pero, como siempre sucede, era algo muy lejano. Se encontraban en algunos reductos alejados del centro, lejos del movimiento de la ciudad, escondidos en los suburbios mientras la ciudad seguía con su ritmo como si nada sucediera. Antes de culminar los cursos sucedió algo que encendió las alarmas: los narcos habían amenazado de muerte a un Fiscal. Ello motivó que toda la ciudadanía cobrara conciencia y se realizara una gran movilización por el centro de la ciudad en repudio a lo sucedido. Pasaron tan solo 10 años y Rosario ahora es un territorio copado por los narcos: ya no están en los suburbios, han comprado comercios gastronómicos en los principales bulevares y desde allí actúan”.

Pues bien, ahora nos tocó a nosotros vivir el mismo episodio, con la agravante de que el ataque fue contra la Fiscal General de la Nación, Dra. Mónica Ferrero, quien ya había sido amenazada anteriormente, situación de la cual estaban en conocimiento el Parlamento, la Presidencia y el Ministerio del Interior. ¿Qué se hizo ante esas amenazas? Nada.

Es una verdadera vergüenza nacional cómo se está combatiendo la violencia narco. Los Fiscales y Jueces Penales están solos, no se emplean recursos suficientes para su custodia, y cuando existen, la protección es ineficiente. ¿Cómo puede aceptarse que delincuentes ingresen al domicilio de la Fiscal General por los techos o la parte trasera, sin que la custodia tuviera controlado el perímetro? ¿Pensaban acaso que los narcos se presentarían a tocar timbre en la casa de Ferrero?

Ante este hecho sonaron los discursos y reuniones rimbombantes: todos alineados en la causa, todos respaldando a la Fiscal. Pero en los hechos, tales discursos y reuniones resultan tan sonoros como inútiles. En cualquier país serio y consciente del peligro que nos acecha ya habría sido destituido el Jefe de Policía de Montevideo o incluso el propio Ministro del Interior. Aquí no pasó nada y, si averiguamos un poco más, veremos que la parte trasera de la vivienda sigue sin custodia.

Ahora bien, si en Argentina, con aquella marcha multitudinaria y emotiva que presencié, donde todos los ciudadanos desafiaron a la mafia, no se logró revertir la situación, imaginemos aquí, con un silencio ciudadano que invita a los narcos a ir por más.

En Uruguay se realiza la Marcha del Silencio, organizada principalmente por «Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos», una organización que desde 1996 promueve esta movilización para exigir verdad, memoria y justicia por las víctimas de la dictadura cívico-militar. Esta marcha también recibe el apoyo de decenas de organizaciones políticas, sindicales, estudiantiles y de la sociedad civil.

Es tiempo de marchar por nuestros Jueces y Fiscales, de marchar por nosotros mismos, por la seguridad ciudadana, contra la mafia y en repudio a gobernantes incapaces de brindarnos la protección que merecemos. Sería bueno que las organizaciones de la Marcha del Silencio también se sumaran,  el presente también importa.

Recordemos lo dicho por Mahatma Gandhi “La indiferencia de los buenos es el mejor aliado de la maldad.”

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