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El resultado electoral del domingo 27 de octubre pasado dejó una clara imagen del escenario político: una Coalición Republicana que mantiene su solidez, frente a un Frente Amplio que, pese a haber aumentado su caudal de votos, se encuentra lejos de las aspiraciones triunfalistas que proyectaban antes de la primera vuelta. Con apenas un crecimiento de menos de cinco puntos porcentuales, el frentismo se estancó en torno al 43%, siendo esta su segunda peor votación de las últimas dos décadas. Muy lejos quedaron los tiempos en los que la izquierda lograba cerca del 49% en primera vuelta, asegurándose una ventaja decisiva para el balotaje.

Este escenario es más comparable con el de la elección pasada, cuando el Frente Amplio obtuvo un 39% y perdió contra la Coalición Republicana en segunda vuelta. De hecho, en los últimos 25 años, el Frente Amplio ha tenido dos tipos de desempeño: en las ocasiones en que logró ganar el balotaje (2009 y 2014), obtuvo entre un 47% y un 48% en primera vuelta; en cambio, en los últimos dos ciclos electorales en que fue derrotado (1999 y 2019), se ubicó entre el 39% y el 40%. Hoy, el panorama vuelve a parecerse a esos últimos casos. O, en el escenario más optimista para la izquierda, está a medio camino.

Por otro lado, la Coalición Republicana, aunque sufrió el lógico desgaste de gobernar, se consolidó como la opción mayoritaria, aventajando al Frente Amplio por más de cuatro puntos porcentuales. El Partido Nacional no tuvo la caída drástica que anticipaban las encuestas, logrando retener sus registros históricos. El Partido Colorado mostró un crecimiento claro, al igual que el Partido Independiente, sumando prácticamente los mismos puntos que incrementó el frentismo, lo que refleja la consistencia y fuerza del bloque coalicionista. Cabildo Abierto tuvo un magro desempeño, pero se mantiene en pie, habiendo logrado dos representantes en diputados.

El actual escenario de balotaje es inédito por varias razones. A diferencia de la elección pasada, la Coalición Republicana se encuentra consolidada antes de los comicios, logrando desde el primer día mostrar una imagen de unidad y compromiso con un proyecto de país. El mismo proyecto que comenzó en 2020 y aun hoy se mantiene sin fisuras, pese a los rumores malintencionados que le daban pocos meses de vida. La fuga de votos dentro de la coalición será mínima; quien votó a un partido de la coalición en primera vuelta lo hizo sabiendo que estaba respaldando la continuidad del gobierno actual. No tiene sentido pensar que esos votos vayan ahora a alimentar a la oposición ¿O acaso alguien que votó, por ejemplo, por el exministro Mieres lo hizo sin saber que el mismo es un férreo promotor de la Coalición, que fue su Ministro de Trabajo todos estos años y que aspira, al igual que el resto de los socios, a seguir participando del gobierno?

Quienes sugieren que el Frente Amplio podría repetir una remontada similar a la del balotaje pasado omiten un hecho crucial: en aquella oportunidad, la izquierda sembró el miedo con el “cuco” de la derecha, algo que ya no puede usar como argumento ¿Qué van a decir? ¿Qué se quitaron derechos? ¿Qué dejaran de existir las políticas sociales? Hoy, el gobierno de la Coalición ha demostrado gestión, sensibilidad social, crecimiento económico y estabilidad. La gente ya sabe lo que significa que gobierne la Coalición: más empleo, más crecimiento, menor inflación…

El escenario actual muestra paridad, sí, pero con ventaja para la Coalición. Y aunque el camino no será fácil para ninguna fórmula, la situación del Frente Amplio es particularmente compleja. No solo enfrenta la ausencia de mayorías parlamentarias, sino también una falta de liderazgo claro y un discurso cooptado por los sectores más radicales. Se presentan como una alternativa, pero carecen de la garantía de estabilidad y consenso que el país necesita. No son una opción segura para liderar el próximo período.

El próximo balotaje se decide entre dos visiones de país: la continuidad de un gobierno responsable, que ha demostrado su capacidad de gestión y su compromiso con el desarrollo; o el retorno de una izquierda sin un proyecto coherente, sin un liderazgo fuerte y aferrada a viejos discursos que ya no convencen a la mayoría de los uruguayos. La decisión está en manos de los ciudadanos, pero la realidad es clara: la Coalición Republicana tiene hoy las mejores condiciones para seguir llevando a Uruguay hacia el futuro.

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