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Y pudo ser... /
La Misión Pico - Rivarola (II)
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Por Leonardo Vinci
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joselopez99@adinet.com.uy
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Es curioso que haya coincidido la llegada al cuartel de Artigas de los diplomáticos porteños Pico y Rivarola con la del Cura Larrañaga, quien en su obra De Montevideo a Paysandú cuenta “Se puede regular su población de veinticinco vecinos, la mayor parte de indios cristianos; sus casas, a excepción de cinco o seis todas son de paja. Ese pueblo tan infeliz tiene el honor de ser interinamente la capital de los orientales por hallarse en ella su Jefe y toda su plana mayor, con los diputados de los demás pueblos.”
El día 12 de junio “Nuestro alojamiento fue en la habitación del General. Sus muebles se reducían a una petaca de cuero, y unos catres sin colchón que servían de cama y sofás al mismo tiempo. En cada una de las piezas había una mesa ordinaria como las que se estilan en el campo, una para escribir y otra para comer; me parece que había también un banco y unas tres sillas muy pobres. Todo daba indicio de un verdadero espartanismo. El General había ido a comer a bordo de un falucho en que se hallaban los diputados de Buenos Aires; este buque con una goleta eran los que habían saludado el día antes al General; con el mismo motivo y cuyos cañonazos oímos en el camino.
En nada parecía un general...
A las cuatro de la tarde llegó el General, acompañado de un ayudante y una pequeña escolta. Nos recibió sin la menor etiqueta. En nada parecía un general; su traje era de paisano, y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul sin vivos ni vueltas, zapato y media blanca de algodón, sombrero redondo con gorro blanco y un capote de bayetón eran todas sus galas, y aun todo esto pobre y viejo. Conoce mucho el corazón humano, principalmente el de nuestros paisanos. Todos le rodean y todos le siguen con amor, no obstante que viven desnudos y llenos de miserias a su lado, no por falta de recursos, sino por no oprimir los pueblos con contribuciones…
Asado, caldo, un guiso de carne, pan y vino...
Nuestras sesiones duraron hasta la hora de la cena. Esta fue correspondiente al tren y boato de nuestro General: un poco de asado de vaca, caldo, un guiso de carne, pan ordinario y vino servido en una taza por falta de vasos de vidrio. Acabada la cena fuimos a dormir, y me cede el General no solo su catre de cuero, sino también su cuarto, y se retiró a un rancho; no oyó mis excusas, y no hubo forma de hacerlo ceder en este punto. Muy temprano, así que vino el día, tuvimos en casa al General que nos pilló en cama; nos levantamos inmediatamente dije misa, y se trató del desayuno; pero este no fue ni de té, ni de café, ni leche ni huevos porque ni lo había, tampoco se sirvió mate, sino un gloriado que es una especie de ponche muy caliente con dos huevos batidos que con mucho trabajo encontraron.
Ni fiera ni facineroso...
En el puerto había unos ranchos que servían de cuerpo de guardia; y en uno de ellos estaban los jefes de los cuerpos de Buenos Aires que sostenían a Alvear, y después de su caída fueron remitidos con barra de grillos a la disposición de nuestro General, quien los tenía en custodia con ánimo de volverlos, como después se ha verificado. Conducta que ha sido con justicia sumamente aplaudida por los buenos americanos; y que ha acabado de desengañarlos que nuestro héroe no es una fiera ni un facineroso, como lo habían pintado con negros colores sus émulos o envidiosos de su gloria.”
Uruguay, Corrientes y Entre Ríos
El 14 “bajaron a tierra los diputados de Buenos Aires, Pico y doctor Rivarola, que nada pudieron tratar hasta no haberse concluido nuestra comisión.” Si Artigas hubiera aceptado en todo o en parte la propuesta porteña, Uruguay hubiera sido a partir de ese día un país independiente con los territorios de Corrientes y Entre Ríos.
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