
Historias poco conocidas. /
La increíble odisea del reloj “El Salteño” I
Por Leonardo Vinci
En dos entregas publicaremos una síntesis de la narración de Alejandro Dimas Rodríguez sobre el impensado periplo recorrido por el famoso Reloj, construido por el ebanista Paccot, que no pudo ser imaginado por Eduardo Taborda, quien lo rescató del olvido por medio de sus charlas radiales en la década del 50.
Hay un reloj impresionante exhibido en un café de la plaza central de la entrerriana ciudad de Colón, firmado por el ebanista Miguel Paccot, oriundo de esa localidad. Mide más de tres metros de altura y desde su mecanismo de péndulo, alimenta el movimiento de la aguja marcando la hora con su giro apuntando al dial superior, seccionado por doce números romanos, y otra clásica un poco más larga recorriendo los sesenta segmentos de los minutos. En la misma esfera, otras dos agujas forjadas distinguen la hora mundial marcando el huso horario de Argentina y del meridiano de Greenwich respectivamente, barriendo un perímetro signado con veinticuatro números arábigos. En otra esfera -en realidad se trata de círculos planos, pero los relojeros dan a éstos el nombre de algo con forma de pelota en su jerga profesional, no siendo motivo de este apunte el debate sobre esa pretensión tridimensional del encantador oficio-, de casi idéntico tamaño se enciman tres agujas tipo espada, dedicadas a indicar el día de la semana, la fecha y el mes.
Estas siete "complicaciones" -otro término de los relojeros referido a lo que el artefacto puede indicar- saltan a la vista, pero habría otras como la fase lunar, la perpetuidad de mantenimiento de la fecha en meses con diversa cantidad de días y en años bisiestos, y el movimiento del péndulo en alzada, que no serían tan evidentes para el no iniciado en estas cuestiones de medir el tiempo con máquinas a cuerda. Sobre la esfera superior, tallado en un arco en madera que se apoya en columnas salomónicas que recuerdan las del baldaquino de Bernini, diferentes de todo el movimiento en metal, y como parte del mueble contenedor, está inscripto el nombre del ya mencionado autor de esta obra artística admirable, entre dos años: 1905-1917, atribuidos al tiempo de inicio y final de la fabricación del tesoro. Para terminar con el resumen de lo perceptible, sin entrar en los múltiples detalles de esta obra de arte, no se puede concluir sin decir que se corona la formidable caja contenedora con el nombre "SALTEÑO". Y ahí empieza el problema de la historia que signa el destino de esta obra que se llevó una docena de años para su creación y más de un siglo de peregrinaje.
Porque el nombre del reloj refiere al sitio donde el ebanista tenía su taller, en Salto, Uruguay, mientras que el aparato está en Colón, Argentina, lo que mantiene pendiente una rivalidad no subsanada entre los reclamantes de la localidad uruguaya, y los tenedores legítimos del bien mueble en el lado argentino del río que separa los territorios de nuestros hermanos países. En este sentido, los uruguayos cargan las tintas sobre Herminio Quiroz, quien fuera diputado nacional y luego gobernador de Entre Ríos por casi un año. A instancias de este caudillo radical, el senado argentino habría adquirido la propiedad del preciado objeto luego de haber sido premiado en la Exposición Industrial de La Plata, acontecida en el remodelado Pasaje Monteverde. Se dice en las reseñas de La Prensa uruguaya que el ebanista Paccot era amigo del poderoso Quiróz, y éste último le habría ayudado con esa adquisición, a sobrellevar los últimos tiempos de una paralizante agonía. Lo que no advierten los orientales de Salto en su reclamo, es que, si bien el reloj dice en el frontispicio de su trabajado contenedor de madera tallada la palabra "SALTEÑO", también tiene moldeada la palabra "ARGENTINA", nada menos que en la única aguja alternativa a la similar que dice "GREENWICH", es decir que Paccot hizo el reloj para dar la hora de este lado del Río Uruguay.
En este punto y sin mirar atentamente el detalle de la aguja, se quedan más o menos los historiadores de lo aparente, sin ahondar en la búsqueda esencial de las relaciones detrás del derrotero de la pieza. El reloj se termina en 1917 según el dato indubitado impreso en su arco de madera, y las exposiciones de objetos industriales en el edificio platense fueron desde 1928, año en el cual la empresa N. Seminara y Cía. entrega la remodelación ordenada dos años antes por el Gobernador Valentín Vergara, quien también era oriundo de Entre Ríos, donde casualmente muere en el año 1930. Con la muerte de Vergara el edificio platense cambia de destino y pasa a su actual nombre de Pasaje Dardo Rocha. Así que el reloj se expuso en el año 1928 o 1929, no habiendo tanto margen para que Quiróz (fallecido en 1931 en ejercicio de la gobernación de Entre Ríos), lo haga comprar y lleve al Senado de la Nación, presidido provisionalmente por su correligionario Luis Etchevere, lo que tuvo que ser antes de 6 de septiembre de 1930. Sucede luego una pérdida del rastro del paradero del complejo medidor del tiempo hasta lo más cercano conocido por los actuales poseedores, pero esto no parece tan importante para dilucidar, porque es claro que se habría quedado en el edificio del Congreso de la Nación. En su caso, parece más importante quién, en realidad, habría tenido especial interés en la obra de Paccot.
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